Es decir, la villa, ciudad o lugar sobre la cual titula el linaje, fuera grande o pequeña, extensa o limitada, rica o menos afortunada, eran los predios en donde la familia señorial tenía implantadas su historia y su memoria.

Algo que pude evidenciar ayer al regresar, años después de mi última visita, a la maravillosa Colegiata de Osuna, panteón de la casa ducal -casa de la que ya he hablado en entradas anteriores-, en cuyo panteón reposan, esperando la eternidad, los antiguos señores de la ducal villa. Villa sobre la que hoy les traigo un nuevo y notable manuscrito, el Compendio de las antigüedades y excelencias de la villa de Osuna, y noticias de los preexcelsos dueños que ha tenido, desde su fundación,  escrito por el licenciado ursaonés don Antonio García de Córdova, abogado de la Real Audiencia de Sevilla, que dedicó al duque don Pedro Zoilo Tellez Girón Pérez de Guzmán el Bueno.

Y esta entrada es en agradecimiento al buen trato recibido ayer por la excelente gente de Osuna, y en especial va dedicada a Ana, comunicante y compañera en las Jornadas que ayer mantuvimos, y excelente guía, que desafió valientemente y con éxito -y ella sabe por qué lo digo- al híspido dragón que protege (es una manera de verlo) el tesoro más preciado de tan ilustre villa. Que disfruten de sus páginas, y buen domingo.

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