Verano, sublime palabra. Como viene siendo habitual -y como mis lectores ya conocen- el verano es la época en la que, preferentemente, dedico mi tiempo a producir (tiene su lógica: es virtualmente el único momento del año en el que puedo desplazarme a los archivos de los que saco los materiales que investigo), por lo que interrumpo este honroso menester bloguero, que vuelvo a retomar en septiembre. Mi proyecto, este verano, está vinculado al estudio de diversos (e interesantísimos) linajes sevillanos, un trabajo que forma parte de un amplio proyecto de calidad, impulsado por un apreciado amigo. A ello le sucederán, ya al regreso, la presentación de mi nuevo libro y un par de simposios en octubre: uno sobre la nobleza sevillana en las Edades Media y Moderna, en Osuna (del que daré cuenta en su momento) y otro sobre archivos nobiliarios. Así es que es un hasta pronto, y no un adiós.

Pero para no dejarles solos y aburridos, ahí van tres recomendaciones  bibliográficas con un denominador común, el de la percepción y la imagen, en este caso del poder monárquico, tanto en la Antigüedad como en la Edad Moderna. El primero de los libros que encarecidamente les recomiendo se lean es el clásico de Paul Zanker (Alianza Editorial, 1992), Augusto y el poder de las imagenes, un soberbio recorrido acerca de la propaganda y de la creación de la imagen pública del primer emperador romano a través del arte, a lo largo de todo el Imperio: la iconografía en defensa de la autocracia.

El segundo es el extraordinario trabajo de Peter Burke, La fabricación de Luis XIV (Nerea, 2002), en el que el autor, a través del detenido estudio de la iconografía de Luis XIV, examina la fabricación de esa imagen real a lo largo de setenta años, lo que le da pie para adentrarse en un tema tan fascinante como el de la construcción cultural. Peter Burke analiza así los elementos de propaganda, la manipulación de los medios de comunicación en el siglo XVII, los canales de transmisión y sus códigos y las características y respuestas de la audiencia. Por último, el autor estudia las analogías y contrastes con otros gobernantes, desde Augusto hasta dirigentes políticos de nuestra época.

Y el último, en el que también se analiza la glorificación del monarca, en este caso del Rey Planeta Felipe IV, a través de la edificación, planteamiento y decoración de su palacio del Buen Retiro, es el también clásico de John Elliott y Jonathan Brown, Un palacio para el Rey (Taurus, 2003), un texto pionero en el que se proporciona una visión global de la historia de la construcción, la decoración y los usos de un gran palacio real, a la vez que se subraya la relación entre el arte y la política en un momento crítico de la historia europea. Tres libros para el verano, y sin duda para su disfrute. Buenas vacaciones, y -Dios mediante- volveremos ya en septiembre.